miércoles, 18 de agosto de 2010

Sobre la impostura: dos ejemplos

Rekopis znaleziony w Saragossie (El Manuscrito Encontrado en Zaragoza, 1965)
de Wojciech Has, sobre la obra de Potocki.

Viejo recurso literario aunque poco o débilmente empleado, la impostura la encontramos ya en El Quijote cuando Miguel de Cervantes Saavedra dice transcribir una traducción del árabe para su genial obra. Este recurso será empleado de forma inconstante en los siglos venideros y lo volvemos a encontrar en La Familia de Pascual Duarte, de Camilo José Cela, como si el decir que no soy más que un mero escriba de una obra encontrada en un desván creara una distancia entre lector y escritor debido a las truculencias contadas, que sería el caso de esta última obra.

No es todo esto más que un juego literio que nos introduce en la técnica de cajas chinas, cuyo máximo exponente es Le manuscrit retrouvé à Saragosse, del conde polaco Jan Potocki, obra maestra de 1805 escrita en francés.


Enrique Vila-Matas
Pero la impostura no se impone como efecto literio de vital importancia hasta el advenimiento del siglo XX; en efecto, los surrealistas dan por hechos verídicos cosas que jamás ocurrieron. Aun así, la impostura no llegó a su mayoría de edad que con la obras del escritor catalán Enrique Vila-Matas, quien escribe obras como Impostura, Historia abreviada de la literatura portátil, Dublinesca y otras tantas en las que el lector se ve incapaz, por ejemplo, de saber si una cita determinada atribuida a tal escritor pertenece a dicho escritor o Vila-Matas, llegándose a un punto en el que, a veces, el verdadero escritor de esa cita no la reconoce como propia y se la atribuye a Vila-Matas? ¿Nos es posible saber de verdad si don Enrique, a su llegada juvenil a París, estuvo alojado en una chambre que le alquilaba nada más y nada menos que Margueritte Duras? De esta forma tantas veces que la fractura entre realidad y ficción queda más rota que nunca, donde vida y literatura se confunden tanto que no sabemos si leeemos una obra de ficción o una autobiografía.


En Agradecimientos, a través de una original estructura de pies de página y de epístolas, lo que nos cuenta el autor omnisciente -que no es otro que yo-queda en el entredicho con las cartas que llegan a la editorial de mi novela. Tanto se llega a dudar de los hechos reales e irreales, que se duda si el escritor -siempre yo mismo-ha exisido alguna vez o, en el mejor de los casos, si está vivo o está muerto.

Previamente a Agradecimientos, escribí, para mis amigos, estas dos breves y simples imposturas. Dejo al lector el regusto de adivinar si se tratan realmente de impostura y, en caso de así ser, encontrar dónde están.

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